Como Dumbledore con su pensadero, me interesa volcar los pensamientos que considero importantes en algún lugar. Uso este blog para no olvidarlos, para recurrir a ellos de forma más explícita y menos distorsiva que en la mente misma, y también para compartirlos. Aunque no escribo específica ni únicamente sobre educación, soy maestra y educadora de alma, y este tinte estará presente en todas y cada una de mis palabras.
Así, los dejo flotando en el ciberespacio y en la posibilidad de cada uno de adueñarse de estos pensamientos, sin la necesidad de una varita mágica, pero con el requerimiento de una suspicacia particular.



jueves, 4 de julio de 2013

Diario de viajes VII: Neuquén, Junio de 2013

Capacitación en una escuela primaria de Plottier, Neuquén.

Me recibieron con mate cocido y un pan con Manteca.



Hace cuánto no veía esta combinación divina. Para mí el título de ese cuadro era “la calidez de las escuelas rurales de nuestro país”. Así quise llamarlo y así empezó mi día.
Todos los maestros estaban desayunando: en los pasillos, en la dirección, en algún aula aún vacía. Una señora servía tazas de café o mate cocido y repartía las rodajas de pan con manteca para acompañar. Estaba en el patio central de la escuela. Los chicos que iban llegando podían también servirse, si bien este desayuno no estaba pensado para ellos. El clima que se vivía era muy alegre, casi festivo. Los chicos sonreían, las maestras y maestros se mostraban jocosos, todos interactuaban, hablaban, se miraban, se abrazaban, se acercaban en forma espontánea, mucho respeto y cariño.

Un maestro entró en la dirección, donde estaba yo y otras personas, con un ojo completamente morado y moretones en su nariz y mejilla. Era impresionante. Alguien me quitó la responsabilidad de preguntarle qué le había pasado. Me ganaron de mano y yo solo escuché la respuesta: se había lastimado con un bruto palo de leña, al intentar cortarla con un hacha. Le había saltado un pedazo del mismo a la cara con fuerza y este era el resultado. “Por suerte no me desmayé”, decía. E inmediatamente agregaba: “todo un desafío dar clase con el ojo negro”. Claro que sí, no me cupo duda: era un gran desafío mirar a los chicos con la cara así, continuar enseñando y pasar las horas sin ser el foco de atención, pero desafío aún mayor había sido concurrir a la escuela así, no faltar, derrochar ese humor y esa vitalidad a pesar de las circunstancias (pensaba yo mientras lo escuchaba). Era impresionante y era un vivo reflejo del espíritu de la escuela, que pude ver florecer en varios rincones a lo largo del día.

Fue una de las capacitaciones más ricas que tuve en cuanto al feedback que me proporcionó ese grupo de maestros. Los proyectos de lectura que casi instintivamente llevaban a cabo eran maravillosos. Tenían menos formación inicial y permanente que miles de maestros de capital, lamentablemente, pero tanta más empatía con los chicos y el entorno. Lograban resultados emocionantes. Una maestra contó que les hacía leer en voz alta a los alumnos. La consigna era que leyeran cualquier cosa, como si fuera poesía. “Para que reparen en la sonoridad de las palabras. Para que se animen. Para que actúen cada frase. Para que se emocionen y sientan.” A un chico le costaba mucho ese ejercicio. Pasaban los meses y le seguía costando. Un día esa Santa Maestra le dijo: “¿Sabés por qué no te sale? Porque no te la creés. Creetelá. Creete que sos el mejor lector de la tierra y leé.”



La pasé muy bien durante la jornada. El clima que se generó fue ameno. Por momentos daba la sensación de que nos conocíamos de toda la vida y nos habíamos juntado a charlar. Pero estábamos aprovechando cada instante de esas charlas, creciendo, aprendiendo, conociéndonos, disfrutando. Cuando les pregunté a los maestros presentes si les gustaba leer y si recordaban cómo habían entrado en el mundo de los libros, Juan respondió: “en un momento de mi vida tuve la convicción de que los feos teníamos que ser al menos intelectuales. Mi inspirador era Dante Caputo.”



Los maestros me sorprendieron con historias personales variadas e interesantísimas: muchos venían de entornos rurales, sus hogares y trabajos pasados se habían desarrollado en estas zonas. Una maestra abrió el juego contando alegremente que eran muchos hermanos, eran 11, incluyendo 3 pares de mellizos.  Otra docente contó que su hermano era poeta nato, que le encantaba escribir y recitar poesías. Los colegas presentes aclamaban a coro que me contara la “poesía de la abuela”. Aparentemente, una obra que conocían. La maestra, con cierto pudor y mucho humor, me comentó que su hermano había escrito un poema en honor a la madre de su madre, efectivamente, en el que escribía cosas como: “los calzones de mi abuela, 50 kg. netos Industria Argentina”. Todos estallaron en risas y entretanto me explicaban: la abuela estaba algo excedida de peso y confeccionaba su propia ropa interior con bolsas de harina, que eran de algodón. Cuando las colgaba en la soga para que se sequen, podían leerse en el reverso o el anverso de la prenda inscripciones tales como las que el poema describe.


La desfachatez con la que este equipo profesional relataba sus experiencias de vida era la mejor muestra del goce al que puede accederse con el arte de narrar.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Diario de viajes VI: Misiones y Entre Ríos, Octubre de 2012.


Capacitación en una escuela primaria de San Javier, Misiones, y dos escuelas primarias de La Paz, Entre Ríos.

Juanca, un libro abierto

Algunos de los trayectos de este viaje los hice con Juanca, un remisero de confianza de la zona. Es frecuente que los choferes nos cuenten de las localidades que vamos transitando y de la vida. Lo que no es frecuente es que sepan tanto, de todo y con lujo de detalles. Juanca no daba respiro entre un tema y otro; desplegaba una batería de datos tan interesantes como abrumadores. De alguna manera que no sé bien cuál es, no daba lugar a la duda. Era evidente que todo lo que contaba era serio y preciso. Tanto debía concentrarse uno en seguir el tren de lo que narraba, que imposible tomarse el tiempo de cuestionarlo. Quizás era eso.
Algunos de los tópicos por los que pasamos fueron los siguientes: cervezas, fechas patrias, ríos, política, fórmula 1 y meteorología. Juanca era un experto en todo esto y mucho más. Mi luna en Géminis y yo (eterna aprendiz) tomábamos apuntes mientras él hablaba. Estoy segura que él disfrutaba que lo hiciera.



Correr a la luna

Desde chiquita corro a la luna. Lo hago de tanto en tanto, cuando la veo cerca, brillante, enorme. En este viaje la percibía de esta manera, desde el remis. Pensaba cómo hacer para bajarme y correrla. Si se lo proponía a Juanca, se hubiera reído de mí o, en su defecto, me hubiera permitido bajar y se hubiera ido, dejándome sola y chiflada en medio de la selva misionera. Esperé que nos acercáramos al máximo y le pedí bajar “para tomar aire y estirar las piernas”. Astuta estrategia. No corrí. Caminé… hacia ese lado…  sigilosamente. Me acerqué a ella. A pasos. A metros. A millas. No puedo saberlo. Sólo sé que no faltaba mucho para tocarla. Pude reflejarme en ella y confirmar que alguna vez la alcanzaría. No cualquier día: alguno de esos en que la veo cerca, brillante, enorme.



Cambiar el enfoque repentinamente

Las capacitaciones que coordino tienen momentos de lectura teórica individual. Generalmente dejo que los docentes lean los textos a su tiempo, sin interrupciones ni comentarios, y luego propongo algún debate o puesta en común a partir de una pregunta disparadora. Cuando se crea un clima en que todos o casi todos están participando y creen que esa será esa la dinámica de la situación, cambio el enfoque repentinamente: centro mi mirada, mi atención y mis preguntas a los docentes mismos, y ya no al texto. Preferentemente, a uno, al último que haya hablado, como puntapié inicial de una charla en la que terminan involucrados todos, desde su lugar de educadores. La historia individual y particular de uno funciona como espejo de las de los demás. Entonces, a raíz de un tema que: 1) abordó el texto que estábamos leyendo, 2) comentó un docente por una inquietud particular que le generó, 3) cuestionó la capacitadora, estratégicamente, para desencadenar la reflexión sobre la propia práctica y biografía profesional... se genera un ping pong de impresiones, opiniones, exposiciones, desahogos, consideraciones, que es para mí material de trabajo y fuente de inspiración y que en general todos los presentes terminan agradeciendo al finalizar el encuentro.


miércoles, 29 de agosto de 2012

Diario de viajes V: Tierra del Fuego + Santa Cruz, Junio de 2012.


Capacitación en un jardín de Río Grande, Tierra del Fuego, y una escuela primaria de Pico Truncado y la Biblioteca Popular de la misma comunidad.

Pinceladas del Sur más austral

Llegué a Río Grande luego de haber pasado unos días en Ushuaia. Estaba maravillada por la belleza de esta ciudad. Mi recuerdo de la experiencia en Río Grande va a estar siempre teñido de la visita a Ushuaia, que me fascinó. En la cabeza, todo convive desordenado, pegoteado, revolucionado y distorsionado. No se distinguen los recorridos profesionales de los entretenimientos ociosos, no se diferencian las sensaciones y las emociones de los objetos y las razones. Todo convive en la cabeza de la persona como SER INTEGRAL, y podemos devolver a la conciencia flashes de todo este mejunje, cuando lo deseamos, para volver a encasillar esos flashes en categorías definidas.


“Río Grande es desolador”, me decían. No entendía muy bien por qué. Ahora, luego de haber estado allí, saco mis propias conclusiones: es desolador no ver gente en la calle, por el frío. Es bastante impactante no poder ver el sol (en el más estricto sentido), dado que los días de sol hace igual tanto tanto frío, que como mínimo una ventana y un techo se interponen en el camino. El frío es seco y muy ventoso: no es el frío europeo nevado (o el frío de Ushuaia, de las mismas características), donde se sale igual y resulta saludable y atractivo hacerlo. Río Grande es una ciudad gris y fabril, que se embellece casi únicamente con el mar. 


El Jardín de Infantes “Olas de fantasía” le pone sal a la vida. La capacitación estuvo buena; no me cabe duda que armarán un Rincón de Lectura precioso. Los jardines en Río Grande (he conocido otros) tienen una infraestructura privilegiada. Los espacios son enormes y divinos. En general están escasa o estereotipadamente decorados. “Olas de fantasía” había puesto en práctica un lindo adorno en sus paredes, hecho con enduido, colores y stencils. Lo más lindo es que lo habían hecho en un proyecto con los chicos. Me pareció una excelente idea, relativamente fácil como para hacer con niños de Nivel Inicial, y con un resultado fantástico. Quedaba sobrio y alegre a la vez. De Río Grande me llevo esta “practi-idea”, porque, después de todo, no dejo de ser maestra jardinera.


Pico Truncado y la empresa auspiciante del proyecyo

En Pico Truncado capacité un día a una escuela primaria y al día siguiente al personal de la biblioteca popular de la localidad junto con todos los maestros de los primeros grados de todas las escuelas de allí mismo. En toda ocasión estuve acompañada por una referente de la empresa auspiciante de estos proyectos (S. a partir de ahora). Capacité con ella, comí con ella, dormí con ella y paseé mucho con ella. Dio la casualidad que ella era oriunda de allá, conocía al pueblo como a la palma de su mano y los pocos habitantes eran amigos queridos a los que aprovechó visitar en esta estadía. Yo la acompañé a todos lados y conocí toda esa gente y esos espacios, a través de sus ojos. Qué experiencia bizarra, ¿no? Por un lado, estaba encantada de vivirla, dado que estos viajes suelen ser muy solitarios y conectados únicamente con el trabajo. En este caso, por el solo hecho de viajar con alguien, la vivencia fue muy diferente y logré despejarme cada vez que salía del “quincho”, donde hacíamos las capacitaciones, y entretenerme comprando pantalones, entregando premios corporativos a locales que los habían ganado al participar de diversos proyectos, viendo nevar donde normalmente no sucede, etc.


En Pico Truncado los negocios están abiertos hasta muy tarde. Eso me llamó la atención. S. me explicó que se adaptan a los horarios de los hombres de la ciudad, que vuelven a esas horas de trabajar en el petróleo y el campo, y eso me hizo pensar que todo es relativo, acomodable, flexible, fugaz. Cuestiones que tenemos naturalizadas, que hacemos, que defendemos, dependen de un contexto y pueden ser diferentes para otras personas y en otros lugares. Me parece importante reparar en esto.

Ambas capacitaciones fueron  interesantes y amenas. Le tenía mucho miedo a la de la biblioteca, porque era mi primera experiencia con una organización de este tipo. ¿Qué tipo de personas trabajan en una biblioteca? ¿Qué hacen? ¿Qué función cumple la biblioteca en la sociedad donde se inserta? ¿Qué relación hay entre los docentes y la biblioteca? ¿Qué interacciones se dan o se deberían dar entre las escuelas y la biblioteca? Muchas preguntas se me presentaban y una capacitación de 8 hs por coordinar. Simplemente lo hice. Dejé de lado las dudas y también las certezas, y me propuse llevar a cabo una propuesta diferente., en un formato muy lúdico. Me arriesgué con esto, pero era el terreno en el que me sentía cómoda. Jugamos al teléfono descompuesto narrando y re-narrando cuentos y sacamos conclusiones: a veces nos resulta difícil no corregir las versiones de los demás, no orientar las diferentes interpretaciones hacia la que uno tiene y respetar la memoria selectiva sin desterrarla en pos de una única alternativa. Nos ponemos autoritarios con nuestros pares y también lo hacemos con nuestros alumnos en el aula. Tendemos a machacar la creatividad, al menos cuando no nos detenemos a reflexionar sobre estas cuestiones. 


Algunos voluntarios hicieron una obra de teatro poniendo en escena ciertos capítulos de “Las empanadas criollas son una joya”, de Adela Basch. Lo lindo fue que usaron elementos del entorno para caracterizarse más completamente como personajes. Esto se dio espontáneamente, así como también los estallidos de risas y diversión de todos los presentes.


Una última cosita con respecto a este viaje: para ir volver pasé por Comodoro Rivadavia. Me llamaron la atención unas casitas de todos colores, colores vivos, colores brillantes, llamativos. Le pregunté a S. si era algún barrio en especial o qué significaban esos colores que no eran comunes de ver en el mundo. Ella me explicó: “Comodoro es una ciudad muy gris. La gente pinta las casas así para hacer el paisaje un poco más alegre”. La verdad, lograban que el paisaje se vea más alegre. Nuevamente vuelvo sobre la idea del poder de cambio que tenemos los seres humanos, incluso sobre estados/cosas/situaciones/lugares que creemos establecidos, fijos, inmutables. Creo que la educación tiene mucho que ver con esta fuerza de transformación. 

martes, 5 de junio de 2012

Diario de viajes IV: Misiones, Abril de 2012.

Capacitación en dos escuelas primarias comunes y una escuela especial de Puerto Piray.

Terminalidad educativa

Llegué al aeropuerto de Iguazú, pasé la noche en Montecarlo, y al día siguiente me pasaron a buscar la directora y algunas docentes de la Escuela Especial nr. 16 (sede de la capacitación). Apenas subí a la camioneta las atiborré de preguntas. Me interesa mucho la educación especial en general, tuve algunas experiencias de pasantías en centros del exterior y quería saber qué características asumía esta en nuestro país, especialmente a través de la experiencia de la escuela en Puerto Piray, Misiones.


Inmediatamente me llamó la atención un concepto que mencionaron y desarrollaron apenas comenzaron a hablar conmigo: terminalidad educativa. ¿Fuerte, no? El tema es así: los chicos que pasan por la escuela especial no reciben ningún tipo de certificado de escolaridad. Las docentes y directora están tramitando que los chicos (al menos los que sufren patologías que no les impedirían insertarse en escuelas comunes en la secundaria) puedan acceder a un certificado de terminalidad educativa que los avale a continuar su formación en ese sentido. Aparentemente lo lograron, hace poco. Un alumno lo ha concretado. En la escuela especial están pendientes de que se amplíe esta posibilidad a muchos otros chicos y se vuelva algo natural. Para gestionar el certificado de terminalidad educativa la escuela especial recibe docentes de escuela común (sobre todo especializadas en alfabetización) que pasan algunas horas con los chicos que “podrían” (a criterio de los profesionales de la escuela especial) continuar en escuelas comunes, los evalúan y aprueban o no, según corresponda.

¿Cuáles son los parámetros que determinan si el egresado de la escuela especial está en condiciones de continuar sus estudios en una escuela común? ¿Qué evaluaciones se le aplican para aprobarlo o desaprobarlo?

¿Qué pasa con un chico que termina la escuela primaria especial y no continúa su escolaridad, por diversos motivos, y quiere conseguir un trabajo, y no tiene siquiera un certificado de escolaridad primaria (lo cual le correspondería)?

A las capacidades diferentes se le suman “obstáculos diferentes” que no tienen razón de ser.

Inteligencias múltiples

Casi siempre en mis capacitaciones hablo de la teoría de las inteligencias múltiples. El tema es tomado con pinzas por los docentes, se pasa por alto, resulta difícil que se apropien de él. En esta capacitación pasó algo diferente, porque la presencia de la Escuela Especial nr. 16 habilitó un mayor desarrollo y reflexiones profundas al respecto. Yo pensaba lo siguiente: en este tipo de escuelas es más evidente la necesidad de atender a inteligencias múltiples, distintas formas de expresión y aprendizaje, diversas capacidades que se manifiestan cuando se brindan las condiciones necesarias para que se desplieguen, pero, en realidad, en toda institución educativa debería tener una mirada de este tipo, no sólo en la puesta en marcha de actividades, sino también cuando se evalua, porque esto significa valorar lo positivo que tiene cada niño, lo que saben, sus aptitudes para aprender en vez de hacer foco en lo que no pueden.

Docentes y docentes

Durante la capacitación se dieron a conocer distintos “tipos de docentes”: desde su formación hasta sus ambiciones.



Uno de los debates más interesantes que surgió, a mi parecer, fue el de resignarse o no ante las condiciones tal como están dadas.

¿Qué hacer cuando las mismas escapan de nuestras manos? Mi propuesta y la de algunos otros docentes optimistas fue ver lo que sí podemos hacer (siempre hay algo, y bastante más de lo que pensamos, cuando tenemos el valor de buscar) y trabajar arduamente en eso, pensando en los chicos, sin perder de vista el objetivo y los grandes ideales que sostienen nuestra tarea.

Este debate vino de la mano de otro: podría ser planteado de la siguiente manera: escuela abierta a la realidad y el contexto (tal como se propone y se busca hace tiempo) VS. docentes haciéndose cargo de todo; de cosas que “no le competen”.

Por mi parte, abrí una nueva arista en esta intensa discusión: que como docentes nos hagamos cargo de lo que sea que exista, sin desatenderlo ni desentenderse, pero teniendo una formación adecuada y actualización permanente para afrontarlo; apuntar a que un docente pueda hacer de momentos incómodos y controvertidos, experiencias significativas. Que se los acompañe en el trabajo con materiales novedosos que llegan a las escuelas para aprender y reflexionar; que la reflexión esté en manos de docentes, no solo en manos “de expertos”, y sea en las instituciones mismas, para lograr cambios reales y duraderos.

Un último pensamiento

La Escuela Especial nr. 16 no tiene materiales específicos para trabajar con alumnos de las características de los que acuden a ella. Es algo grave. Es inconcebible. No existen políticas ni proyectos que lo contemplen, no se toman decisiones al respecto, aunque el personal de la escuela lo pida explícitamente. Se les mandan hojas canson, lápices, tijeras… se los llena de pupitres, bancos, bibliotecas, sillitas. Todo hermoso. Todo nuevo. Todo descontextualizado y sin sentido. Estos chicos no necesitan sillas de madera; necesitan colchonetas y pelotas gigantes. No les sirven las hojas y los crayones; sí las témperas, las plasticolas, las tizas, los pizarrones. Necesitan diversidad de juegos didácticos, grandes, atractivos; un metegol en el patio, un grabador de sonidos. Sillones, almohadones, alfombras suaves. Sogas para saltar. Un microcine para proyectar películas. Juegos de plaza. Instrumentos musicales. Gente que los mire, los toque, los huela, los bese, los escuche y los sienta.

viernes, 4 de mayo de 2012

Diario de viajes III: Santa Fe, Abril de 2012.

Capacitación en un jardín de Fray Luis Beltrán, Gran Rosario, y en una escuela primaria de la ciudad de Santa Fe.

Llegué a las 22 hs. boleada por haber dormido todo el viaje. Vine en remis. Todo indicaría que me tomé un valium o alplax (estoy segura que el remisero lo pensó), pero no fue así. ¿Por qué dormí tanto y tan profundo?

Para despertarme y conectarme con la ciudad que habitaría las próximas 48 horas dejé las cosas en el hotel y salí a caminar. Todo estaba oscuro y cerrado. Pedí a alguien que me aconseje y me dijeron claramente: conocé mañana. Me volví al hotel a organizarme y organizar mi capacitación de mañana.

El primer contacto que voy a tener con Rosario, entonces va a ser por medio del Jardín “Los Trigales” en la localidad precisa de Fray Luis Beltrán. Lo que pueda conocer y recorrer después va a estar teñida de mi experiencia allí, lo cual es riesgoso pero alentador a la vez, al menos para mí.

Mañana escribiré cómo es Rosario sin conocerlo, a través de las maestras y de mí misma como docente y capacitadora.

La capacitación estuvo interesante, sobre todo por la sintonía que compartíamos y se notó, al ser todas maestras jardineras. La recepción del proyecto en grandes ciudades NO es la misma que en pueblos inhóspitos. No me voy a detener en lo que falta o no se ve, aunque instintivamente me tienta hacerlo. Voy a tratar de describir las características que SI tiene capacitar en una ciudad como Rosario y con docentes rosarinas. Son inquietas y ávidas de saber. Se mostraron participativas, interesadas, comprometidas, aunque siempre un poquito sobrepasadas por sus responsabilidades. Ese paraguas lo abren por si las moscas, sabiendo que van a tener que laburar mucho para el proyecto que yo les planteo también. Trato de no agarrarme de esos detalles, seguir para adelante y arremeterles con el entusiasmo que sé que tienen y puede generar cosas maravillosas, aunque a veces se tiren abajo o se resguarden en lo cómodo y conocido.

Evoco situaciones cotidianas con los chicos y las animo a que cuenten casos particulares que recuerdan y vienen al caso. Les propongo repensar esas situaciones y sus propias prácticas a raíz de nuevos conceptos que pongo sobre el tapete y, concretamente, a través de lo que será el Rincón de Lectura con 300  nuevos libros en la institución. Así, se embarcan en el proyecto y prometo no soltarles la mano porque sé que es mucha información y que en realidad de a poco irán apropiándose de ella.

La capacitación fue muy dinámica. Les leí dos cuentos e hice que ellas también leyeran en voz alta. Momentos mágicos si los hay, y nada mejor para enseñar y transmitir la importancia de leer que hacerlo vivencialmente. Casi no resta agregar palabras luego de compartir una lectura con todo lo que se siente.



Un día una maestra me contó que había libros que leía en voz alta con el marido, un rato al día, un capítulo cada uno. Pensé que sería buenísimo que esto pasara más a menudo, para no perder la costumbre de leer en voz alta y de que nos lean en voz alta; experiencias diferentes a agarrar un libro en solitario, y que generalmente abandonamos en la infancia (escuchar cuentos en voz alta) o retomamos eventualmente al tener hijos (leer en voz alta).

Al volver de la capacitación pensaba dormir la siesta en el hotel. Tenía aproximadamente una hora y media. A la ida el remisero había estado contándome de la ciudad. Parece que se quedó con ganas, porque a la vuelta decidió recorriéramos la misma exhaustivamente y me relatara detalles históricos y edilicios con un patriotismo acérrimo. Simpático, el hombre. Rosario, una ciudad bellísima, bien mantenida, cuidada, con espacios públicos resplandecientes entre los que resaltan su hermosa costanera, el monumento a la bandera, la vieja estación Rosario Norte (cuna de Olmedo). 



Llegué al hotel justito para hacer el check out, caminé un rato sola por las peatonales de San Martín y Córdoba, y partí para Santa Fe capital. Me llevó el mismo remisero. Se le ocurrió pedir a su mujer que lo acompañara. Me pidió permiso y acepté con mucho gusto. Fue buena compañía uno del otro, escenario en el cual me acosté en el asiento trasero y me dormí profundamente.

Durante la capacitación en Santa Fe surgieron debates en torno a temas que me interesan mucho y no pude evitar anotar algunas ideas clave mientras charlábamos. Por ejemplo, el hecho de que cada grado focaliza su trabajo en lo que viene, en la preparación para el año o el ciclo siguiente, y no aprovechan ni reparan en su propia especificidad. Cada grado y nivel educativo es específico y particular. Me resulta aberrante pasar por encima esta cuestión en pos de quedar bien ante los docentes que nos sucederán y basar nuestra satisfacción únicamente en lo “bien preparado” que el chico está para “pasar a séptimo” o “para la primaria”, “para enfrentar tercero que es tan difícil”, etc. Relacioné inmediatamente esto con lo siguiente: siempre desde el Nivel Inicial se quejan los docentes de que la primaria resulta un corte total con las costumbres, saberes, tiempos y espacios del jardín, lo cual no tiene razón de ser (tener un año más no implica cambiar tan radicalmente, en ningún caso), pero esto se contrapone ahora con la visión de la primaria hacia el jardín, que me planteaban las maestras santafesinas: el jardín termina siendo “preescolar”, aunque no se utilice más esta denominación, porque en lo único en que se ocupan es en prepararlos para lo que sigue, se apuran, queman etapas, llenan vacíos con contenidos y se olvidan de la contención, y de tantas otras cosas que hacen a la especificidad del nivel, volviendo al tema… Todo resulta en un ping pong de acusaciones, especulaciones y prejuicios, perdiendo el foco de lo que nos convoca como docentes.

Me gustaría que la educación pudiera pensarse más como un continuum vital, un proceso donde se aprende toda la vida y respeta trayectorias personales e individuales de cada alumno particular; una cadena donde se articulan realmente los grados y niveles y se les tiene fe a los alumnos; se les da la oportunidad de alcanzar sus metas según sus características y necesidades, a lo largo de su paso por la escuela.

Claro que estoy apuntando nada menos que a revisar los parámetros de evaluación de las instituciones, el concepto de aprobado/desaprobado, entre otras cosas, casi cuestionando el origen de la gradualidad que, a mi parecer, quedó obsoleta y sin sentido.

Menuda tarea de reflexión y acción en la que al menos yo me siento comprometida.